domingo, 1 de noviembre de 2015

Elemento comercial en las Colonias Griegas de la Magna Grecia.

Ya hemos visto en entradas anteriores como la colonización griega en la Magna Grecia tiene un primer objetivo como enclave autónomo para lo que necesita de una tierra que sustente una actividad agraria básica. Sin embargo, parece que el comercio es un elemento inherente a la cultura griega y por ello se desarrolló también en un momento temprano. Si bien comentamos como determinadas colonias meridionales poseían un importante factor de control sobre las tierras fértiles que obtuvieron de la expulsión de los indígenas, lo cierto es que también supieron ubicar sus enclaves en torno a rutas comerciales importantes tanto terrestres (Síbaris, Siris) como marítimas (Locris, Tarento).

La clave de estas colonias radica en la dificultad que suponía en estos momentos (s.VI -V a.C.) navegar por el Mediterráneo y la obligación de los comerciantes que viajaban desde Grecia hacia Occidente y viceversa, de entrar en estas áreas controladas por dichas ciudades. Si bien es cierto que será Sicilia la isla donde se realice la actividad más dinámica en cuanto a intercambio de mercancías y la que funcionará como centro redistribuidor de todo tipo de productos en el Occidente Mediterráneo, cabe decir que queda supeditada a la ruta corintia que alcanzaba desde la Grecia Continental la costa Oriental de Italia (Garcia Alonso, F. 2004).

Pese a que este comercio marítimo es el que más llama la atención y más ha centrado la investigación de los estudiosos, existe otro comercio local, como sabemos, que era igualmente importante. En el caso de las colonias meridionales, este comercio se realizaba entre ellas y con los nativos que habitaban previamente el territorio. En realidad, según las fuentes tradicionales no fueron buenas las relaciones iniciales entre nativos y griegos dada la expulsión de los primeros de sus lugares tradicionales de habitación en favor de los colonos. Esto ocurrió con Tarento, por ejemplo, pero las fuentes también nos indican como los indígenas pactan con los incursores quizás movidos por el miedo, como es el caso de Locris (donde los indígenas comparten la tierra a explotar a perpetuidad).

Sin embargo, los datos que se han ido recopilando durante años atestiguan otro tipo de relaciones. En un aspecto cultural mencionaremos el caso de los nativos yapigios que, influenciados precisamente por la colonia de Tarento, adoptan el alfabeto laconio (en el que introducen elementos de su propia lengua) y, años después veremos como este alfabeto con rasgos indígenas propios de una influencia lingüística aparecen en territorio puecetio y daunio en el siglo V a.C. Si bien no es un intercambio comercial es un elemento cultural que enriquece a estos pueblos y que es, sin duda, digno de mención. En un plano más material, por el contrario, se han testimoniado restos de cerámica yapigia en Síbaris in pasto,que deja testimonio de una producción local. Según Guzzo, los restos materiales indígenas que han sido hallados y proceden de esta cultura enotria deben ser interpretados como la absorción de mano de obra indígena para tareas agrícolas y no como un intercambio de cerámicas que son traídas desde otros lugares (Dominguez Monedero, A. 1991). Son producciones locales fabricadas por indígenas que viven en el lugar (quizás bajo dominio griego, quizás como esclavos).

En el caso ya mencionado de Locris, que tiene lugar en un contexto “consensuado” con los nativos, se aprecian una serie de usos sículos que son adoptados por la población locria. Prueba de ello son las pruebas atestiguadas hacia el año 700 a.C. Sobre griegos que decoran cerámicas para los indígenas (tanto en Locris como en Sicilia). Este puede ser un ejemplo de cómo los griegos proveen a los indígenas de una cerámica con la que no están familiarizados hasta que la elaboran de manera autónoma. De esta forma se nos presenta Apulia como un centro nativo independiente que desarrolla su propia cerámica adornada con elementos geométricos de clara influencia helena (Escohotado, A. 1999). Por otro lado se han encontrado infinidad de vasijas de bronce de tipo espartano y que quizás ilustrara un comercio con etruria. O quizás puede que hubiera una serie de emplazamientos indígenas distribuidos más hacia el norte de la península itálica con pequeños grupos artesanales griegos (al más puro estilo fenicio). Sobre todo ello intentaré profundizar en entradas posteriores.

DE HOZ, J. (2005) Monumentos de la lengua mesápica y los problemas de edición de inscripciones en lenguas fragmentarias atestiguadas. Cuadernos de filología clásica: Estudios griegos e indoeuropeos, ISSN 1131-9070, Nº 15, págs. 225-236

DOMINGUEZ MONEDERO, A (1991) Los griegos en Occidente y sus diferentes modos de contacto con las poblaciones indígenas. Cuadernos de prehistoria y arqueología. ISSN 0211-1608, Nº 18, págs. 149-178

ESCOHOTADO A.; BALSEIRO M. (1999) Los griegos en Ultramar: comercio y expansión colonial antes de época clásica. Ed. Alianza, Madrid.

ESPADA RODRIGUEZ J. (2012) La expansión fenicia y la colonización griega:puntualidades y similitudes de dos procesos de interculturalidad en el Mediterráneo Arcaico. POLIS. Revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad Clásica 24, pp. 7-22. Valencia.

GARCIA A.; MURILLO G. (2004) Protohistoria, Pueblos y culturas en el Mediterráneo entre los siglos XIV y II a.C. Ed. UB, Barcelona.


VAQUERIZO GIL, D.(coord.) (1994) Arqueología de la Magna Grecia, Sicilia y la Península Ibérica. Ed. Egartorre Libros, Córdoba.

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